viernes, 4 de mayo de 2012

Capítulo 4: Solamente tú...

Marta y yo nos sentamos en el sofá de su casa.

-Mira, María, me estás asutando. ¿Que ha pasado con ese chico misterioso?
-Bueno, creo que no es tan... misterioso como dices.
-No te sigo. Explícate.

Empecé a contarle a Marta todo, con pelos y señales. He de decir que en un par de ocasiones la dejé con la boca abierta. Pensé que no me creería, pero nada más lejos de la realidad.

-Entonces... Tú... y Pablo Alborán... Dios, esto es muy fuerte.
-Me tienes que jurar por tu vida que no se lo vas a decir a nadie.
-Tranquila, que me llevaré este secreto hasta la tumba. Tia, pero... ¿sabe que eres menor de edad?
-Sí, claro. Se lo dije yo ayer y me dije que no importa, que solo me faltan 3 meses para cumplir los 18.
-Oh, que mono. Bueno tia, pase lo que pase ten cuidado. Recuerda que por mucho que sea tú novio el es famoso y tu eres menor. Se puede meter en un gran lio...
-Ya hemos pensado en eso, y vamos a ir con completa discrección. Bueno cielo, se me ha echo ya un poco tarde, así que creo que debo volver a casa. Hablamos luego.

Marta me acompañó hasta la puerta y nos despedimos. Pasé de coger el autobús, necesitaba pensar en los acontecimientos. Marta tenía más razón que un santo, Pablo podía meterse en lios si lo veian conmigo. Pitido en el móvil. Otro Whatsapp.

Pablo Moreno: Mi niña, nos vemos esta tarde? he encontrado un hueco después de las entrevistas.
Yo: Vale cariño, dime hora y sitio.
Pablo Moreno: Mmmm... te parece bien la zona de las rocas, a las 8?
Yo: Me parece perfecto!! Nos vemos luego, te amo(:
Pablo Moreno: Adios princesa, te quiero!

No tenía muchas ganas de hablar con Pablo. El pensar que por mi culpa podía tener un serio problema me ponía mala. Se me fue la cabeza pensando en eso y, no sé como, llegué antes de lo que pensaba a casa. Subí y saludé a todos, era inevitable pensar que no tenían ni idea de nada. Me metí en mi habitación a llamar a Alba. Le conté exáctamente lo mismo que le había dicho a Marta, pero su reacción fue completamente distinta.

-María, cariño, ¿tu tienes fiebre o algo?
-Ah, pues si no me quieres creer no me creas, ¿quieres pruebas?
-Por supuesto, dame todas las que tengas.

Empezé a mandarle todas las fotos que nos hicimos la noche anterior en la playa.

-¿Contenta?
-Tia... Esto no es posible. Tú y Pablo... FLIPO.
-Jajajajajajajajaja, ¿te crees que yo no? Estoy en trance absoluto.
-Joder, que estas saliendo con nuestro mayor ídolo...
-Sí, cada vez que lo recuerdo me dan escalofríos.
-Ya me lo presentarás, ¿eh?
-Jajajajajaja, si hay oportunidad, no lo dudes.
-Jajajajaja, te tomo la palabra. Bueno cielo, tengo que colgar. Ya te llamaré, te echo de menos.
-Y yo a ti, cielo. Ya hablamos.

Colgué y en ese momento entró mi hermana en la habitación. Tenía una cara... extraña.

-Tengo que hablar contigo.
-Dime
-Voy al grano... ¿Eras tú la que le estaba dando un beso esta mañana a Pablo Alborán en la puerta de los apartamentos?

Ante esas palabras me quedé helada. Me había quedado fuera de juego, completamente. ¿Cómo narices me había visto? Agaché la cabeza, y mi hermana tomo eso como un sí.

-¡¡NO ME LO PUEDO CREEEEEEEEEEEEEEEEEEER!!-chilló mi hermana, pegando saltos de alegría- ¡¡ERES LA CHICA MÁS SUERTUDA QUE CONOZCO!!
-Vale, Ana, pero callate, de esto no se puede enterar nadie.
-Te juro que no voy a abrir la boca, ni por todo el oro del mundo.
-Más te vale... Oye, y ¿cómo nos viste?
-Fácil, no creas que fuiste la única que anoche salió...
-Jajajajaja. Pues esta tarde he quedado con Pablo, otra vez. Así que vete, que necesito tiempo para arreglarme.
-Ya me contarás, suertuda. Anda, que te vaya bien.

Ana salió y me planté en frente del armario. Sinceramente, no tenía ni idea de qué me pondría. Al final me decidí por un una camisa de cuadros rosas y unos pantalones azul eléctrico. Me arreglé completamente y me dieron las ocho menos cuarto. Salí con prisas, porque me quedaba un pequeño paseo hasta llegar a donde habíamos quedado. Cuando llegué no había nadie, así que fui a sentarme a las rocas. En el camino me encontré una botella con una carta dentro. La cogí y empecé a leerla.

"Mi querida princesa, María. Llevo... 48 horas contigo. ¿Sabes de que forma has cambiado mi vida en ese tiempo? Es como si hubiera pasado un huracán y se hubiera llevado todo lo que tenía antes de conocerte, lo bueno y lo malo. Has puesto patas arriba este mundo loco en el que vivo, me has hecho sentir cosas que, en casi 23 años que tengo, nunca había sentido. Sé que esto te puede sorprender, pues ni siquiera yo sabía que era capaz de enamorarme con tanta facilidad y rapidez. Has sacado lo mejor de mí, me has calado hasta el fondo del alma y ahora no sé concebir un futuro que no sea a tu lado. Me has abierto las puertas de la inspiración, has sacado mi parte más visceral y sincera, en serio que es muy fuerte esto que siento por ti. Espero algún día poder tenerte a mi lado hasta el día de mi muerte, pues sé que ahora no puede ser ya que, muy a mi pesar, aún faltan 3 meses hasta que cumplas los 18, 3 meses que no sé como voy a aguantar. Pero cuando pasen estos 3 meses yo voy a seguir a tu lado, pues el amor verdadero es el único de aguantar lo que le echen, de superar todas las pruebas que se le impongan, de esquivar cualquier obstáculo en el camino. Solamente tú me haces sonreir, solamente tú. Sin más, quiero decirte que te amo, que sería capaz de arrancarme el corazón y venderselo al diablo si gracias a ello puedes ser mía para siempre. Eres lo que más quiero en la vida. Pablo."

Doblé el papel y me lo guardé. No era capaz de contener las lágrimas. Dios mío, Pablo, Pablo Moreno, Pablo Alborán me había escrito esa carta a mí. No había escuchado palabras tan bonitas en mi vida. Entre los sonidos de las olas, pude oir unos pasos. Me dí la vuelta y le ví. Pablo. No pude contenerme, me lancé a sus brazos.

-Mi vida... Ahora mismo me siento como en una nube, nadie me había dedicado una carta así.
-Me alegro mucho de que te haya gustado, cielo. Después de escribirte eso, no sé que más decirte que ya no te haya dicho. Te amo, y no te voy a dejar sola en ningún momento.

Sonreí y besé a Pablo. Le besé con ganas, con amor, con pasión, le besé como si me fuera el último beso que le iba a dar. Y, en verdad, era posible que lo fuera porque, mientras nos besabamos, no eramos conscientes de lo que estaba pasando en ese momento, de lo que iba a suponer ese beso, ese beso que iba a ser tan problemático como precioso. Pues a veces una sola imagen puede hacerte la persona más feliz del mundo, pero tambien la más desgraciada.

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